El encuentro encarnó lo que prometían sus números: tensión, orgullo y definición. La afición cerrista se hizo sentir con una entrada récord en el escenario azulgrana, que respiraba como si fuera una final. Durante el primer tiempo, Guaraní intentó imponer su ritmo a través del mediocampo y el control del balón, pero chocó contra una línea defensiva cerrista bien ordenada. En el complemento, Aliseda –que venía ingresando desde el banco– fue el desequilibrante: recibió en el borde del área, se acomodó y definió con frialdad ante la portería aurinegra.
El gol encendió el barrio Obrero y fue seguido por un rosario de intentos de Guaraní, que chocó una y otra vez contra el obstáculo azulgrana. Cerró la defensa, se plantó con convicción y gritó con fuerza la fiesta que se avecina.
El ambiente en La Nueva Olla fue el de una final anticipada: más de 35 000 hinchas alentando a un Ciclón decidido a recuperar la cima. Guaraní, líder hasta ese momento, intentó controlar el juego desde la posesión y el orden, pero se encontró con un Cerro compacto y disciplinado, que supo esperar su momento.
La consecuencia inmediata y más relevante del resultado es su impacto en la clasificación del torneo: Cerro tomó el liderato y ahora depende solo de sí mismo para coronarse campeón. Guaraní, por el contrario, pierde la ventaja que tenía y se obliga a esperar un traspié de su perseguidor para retomar el mando. En una luchada final con tan solo dos fechas restantes, la presión recae sobre todos.
El Ciclón, con una victoria clave en casa, se muestra firme y decidido. Guaraní, golpeado moralmente, tendrá que recomponerse rápido. Porque en Barrio Obrero ya celebran la punta… y la fiesta apenas comienza.
