Alianza Lima fue eliminado de la Copa Sudamericana a manos de la Universidad de Chile tras caer 2 a 1 en Coquimbo, configurándose este como un golpe durísimo para los íntimos que prácticamente habían puesto todas sus ilusiones en esta competencia ya que en el torneo local se encuentran bastante lejos de los líderes.
Además de la derrota, lo que deja un sabor muy amargo es la manera en que se produjo. En la ida, una expulsión innecesaria de Zambrano les quitó posibilidades a los blanquiazules de imponerse y en la vuelta, los chilenos necesitaron muy poco para dejarlos en el camino. Tres llegadas claras, dos goles. Sin brillar, el cuadro chileno fue letal y avanzó a semifinales.
Alianza, en cambio, volvió a tropezar con sus propios errores. Néstor Gorosito apostó por Alan Cantero desde el inicio y dejó en el banco a Kevin Quevedo. Claramente, no resultó. Recién con el marcador 2-0 en contra, el técnico corrigió su planteo. ¿El resultado? En su primera acción, Quevedo desequilibró y habilitó a Eryc Castillo para el descuento. Una pequeña muestra de que la lectura inicial fue equivocada y el replanteo, tardío.
Los de La Victoria no lograron romper el techo que tenían en este torneo: otra vez cuartos de final, como en 2002, sin dar el salto que su historia y su hinchada reclaman. El rival no lo aplastó, no lo superó ampliamente; simplemente aprovechó lo poco que generó y expuso a un equipo que no estuvo a la altura en lo colectivo ni en lo individual, salvo honrosas excepciones como las de Quevedo, Castillo y Guerrero.
Es una eliminación que duele mucho en el aliancismo porque el club se va con la agria sensación de que su rival lo eliminó un rival sin desplegar siquiera de cerca su mejor versión.