El mal momento futbolístico de River Plate no solo se limita a sus cuatro derrotas al hilo, ni siquiera a la incesante sangría de goles que recibe en jugadas de balón detenido. El discurso de Marcelo Gallardo es, de hecho, una extensión de esta crisis. Resulta incomprensible que, a estas alturas de septiembre, el técnico "millonario" todavía recurra a justificaciones como “equipo en formación” o “reconstrucción”. Aunque el plantel tuvo modificaciones, la falta de funcionamiento en el césped recae directamente como la obligación primordial del entrenador.
Riestra ofreció una demostración de eficacia. Con una estrategia de juego sencilla, el equipo probó que la las posesiones largas o la acumulación de jugadores ofensivos no son indispensables para lograr un triunfo histórico. El éxito se gestó con una combinación: la efectividad y precisión, sumadas a las pifias tanto personales como grupales del cuadro local. Este resultado se vio además influenciado por el clima de tensión que rodeaba el encuentro, disputado justo después de la dolorosa salida de la Copa Libertadores.
Resulta imposible no traer a la memoria lo dura que fue la caída de River frente a Riestra, actuando como visitante, en la era Demichelis. Aquí es donde la huella de Gallardo, aún representada en su estatua, parece conservar un halo de protección ante club, hinchas y prensa. Las campañas de 2024 y 2025 han quedado vacías, y no solo por la ausencia de trofeos, sino también por la carencia de una identidad futbolística. La inmediatez del calendario argentino empuja a River a disputar otro duelo de “vida o muerte” este jueves: el enfrentamiento ante Racing por la Copa Argentina.
Han pasado quince años desde la última vez que River atravesó una crisis de resultados semejante. En pleno Día del hincha millonario, y luego del golpe anímico que dejó la eliminación en la Copa, el conjunto de Nuñez atraviesa el peor momento del año.
