“Mejor ahora que en la Copa del Mundo” fue la frase que pronunció Ancelotti con un portugués forzado, aunque su semblante reflejaba la incapacidad de ofrecer argumentos ante el bajo rendimiento exhibido por su equipo en el segundo tiempo.
La histórica remontada de Japón, que culminó en un resultado final de 3-2 a favor de los asiáticos sobre Brasil en el Estadio Ajinomoto de Chofu, constituye el primer gran aviso para el estratega italiano en su actual periodo al frente del Scratch. Este marcador adverso pone fin a la gira asiática del combinado brasileño, dejándola con más interrogantes que certezas.
El desarrollo del primer tiempo evidenció la evolución en el juego de los brasileños. Aunque hubo un aviso por parte del delantero japonés Ayase Ueda (Feyenoord), la construcción ofensiva liderada por Vinícius Júnior y Bruno Guimarães (Newcastle) permitió que Paulo Henrique (Vasco) anotara el primer gol, proyectándose al ataque como un lateral de décadas anteriores. Posteriormente, Martinelli marcó el segundo tanto, pero el aroma a goleada se disipó con el final de la primera etapa.
Takumi Minamino, delantero del Mónaco, capitalizó un error mayúsculo del defensor brasileño Fabricio Bruno (Cruzeiro). Poco después, Keito Nakamura (Reims) logró la igualdad para los nipones frente a un Brasil que se mostraba pasivo, incluso después de que Ancelotti realizara un triple cambio ineficaz, no alcanzó con los ingresos de Rodrygo (Real Madrid), Cunha (Manchester U) y Joelinton (Newcastle). Aprovechando esta inercia, Ueda anotó el gol decisivo con un cabezazo que hizo ver débil la oposición del arquero Hugo Souza (Corinthians).
De este modo, la selección japonesa valida su reputación de equipo que funciona a base de momentos explosivos en el juego, un rasgo ya observado en la Copa del Mundo anterior. Brasil, por su parte, reitera los síntomas de un equipo sin identidad clara.
